¿El problema está en las personas o en los procesos?

Cuando surgen problemas en la empresa (es decir, siempre), lo primero que hacemos es mirar dónde más fácilmente alcanzamos con la vista; en las personas.

Nos centramos en buscar dónde están fallando, intentamos ver dónde se encuentran sus limitaciones para las responsabilidades que les hemos encomendado y potenciamos su formación encaminándola a la mejor consecución de los objetivos que les hemos marcado. A veces incluso nos lamentamos porque, incluso con la formación que les damos, no somos capaces de salvar los obstáculos de base que tienen algunos de nuestros trabajadores.

Pero, ¿ya está?, ¿nosotros no hemos fallado a la hora de encomendar tareas, responsabilidades o asignación de objetivos?, ¿son tan buenos y perfectos los procesos que hemos diseñado?

Los procesos son algo teórico, un conjunto de instrucciones entrelazadas entre ellas dirigidas hacia la automatización de tareas con el objetivo de optimizar los medios utilizados, minimizar los riesgos y las perdidas y maximizar los resultados. Sin embargo, las personas son la base de estos procesos. Personas que piensan, sienten, cambian y evolucionan. Personas que pertenecen a una diversidad tan grande que no permite su encasillamiento en grupos de forma perpetua.

Otra forma de analizar los problemas es rediseñar los procesos. Nos centramos en el “cómo” y una vez descubierto pasamos a buscar el “quién”. Es en esta parte cuando descubrimos que el “quién” que necesitamos no lo tenemos y volvemos a culpabilizar a las personas.

En un mundo “ideal” (de laboratorio) podríamos diseñar los procesos y definir el perfil de las personas que han de estar en dichos procesos y conseguiríamos la empresa perfecta. Sin embargo el mundo real no es el mundo de laboratorio y debemos de contemplar más variables como; la inversión que se necesita para encontrar a las personas adecuadas para nuestros procesos recién diseñados y la inversión que requiere la formación de las mismas.

Desde este punto de vista, la realidad nos obliga a contemplar el “cómo” y el “quién” de forma programada y sincronizada.

Debemos rediseñar los procesos desde las personas, desde sus potenciales, sus capacidades, sus actitudes y sus aptitudes.

De esta manera podremos aprovechar y potenciar nuestra materia prima más preciada y cara en la empresa hacia la mejor ingeniería de procesos.

Javier Echaleku

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